Historia de la hacienda
La Hacienda Cañasgordas constituye un espacio de unas características históricas y emplazamiento únicas. Además de ser la residencia y lugar de operaciones del último Alférez Real, fue centro de actividad económica y política fundamental para la zona durante la época de la colonia y la república. Llegó a ser la hacienda de mayor extensión en el sur occidente de la entonces Nueva Granada, consolidando un importante desarrollo económico.
“Recuperar la memoria de la Hacienda Cañasgordas es recuperar un capítulo fundamental de la historia de la ciudad, así como de la región.”
Su territorio era el comprendido entre la ceja de la cordillera occidental de los Andes y el río Cauca, y entre la quebrada del Lili y el río Jamundí. La extensión de ese territorio era poco más de una legua de norte a sur, y varias leguas de oriente a poniente.
El aspecto de esa comarca es el más bello y pintoresco que puede imaginarse. Desde el pie de la empinada cordillera que tienen allí el nombre de los Farallones, se desprende una colina que va descendiendo suavemente en dirección al río Cauca, en más de una legua de desarrollo: su forma es tan simétrica, que no se observa en ella una protuberancia ni un bajío; tampoco se ve árbol alguno, ni arbustos, ni maleza, porque es limpia en toda su extensión y está cubierta de menuda grama. Podría ser digno asiento de la capital de una gran nación, y gozaría de una perspectiva tan poética y de horizontes tan vastos, como no los tiene tal vez ciudad alguna. Un templo que se edificara en la parte media de esa colina, con una fachada al Oriente, y con sus torres y su cúpula, sería un monumento verdaderamente grandioso, y su aspecto sublime para quien lo contempla desde lejos.
Descendiendo por la colina, se ven a la derecha vastas praderas regadas por el cristalino Pance, que tienen por límite el verde muro de follaje que les opone el Jamundí con sus densos guaduales; a la izquierda, graciosas colinas de cubiertas de pasto, por entre las cuales murmura el Lili, casi oculto a la sombra de los carboneros; y allá abajo, en donde desaparece la gran colina, se extiende una dilatada llanura cubierta de verde césped, que va a terminar en las selvas del Cauca, y que ostenta, colocados a regulares distancias, árboles frondosos, o espesos bosquecillos, dejados allí intencionalmente para que a su sombra se recojan a sestear los ganados en las horas calurosas del día.
Por todas partes corren arroyos de agua clarísima, que se escapan ruidosamente arrebatados por el sensible desnivel del terreno y que van a llevar al Cauca el tributo de sus humildes raudales.”
Apartes del libro El Alférez Real
Eustaquio Palacios
Descendiendo por la colina, se ven a la derecha vastas praderas regadas por el cristalino Pance, que tienen por límite el verde muro de follaje que les opone el Jamundí con sus densos guaduales; a la izquierda, graciosas colinas de cubiertas de pasto, por entre las cuales murmura el Lili, casi oculto a la sombra de los carboneros; y allá abajo, en donde desaparece la gran colina, se extiende una dilatada llanura cubierta de verde césped, que va a terminar en las selvas del Cauca, y que ostenta, colocados a regulares distancias, árboles frondosos, o espesos bosquecillos, dejados allí intencionalmente para que a su sombra se recojan a sestear los ganados en las horas calurosas del día.
Por todas partes corren arroyos de agua clarísima, que se escapan ruidosamente arrebatados por el sensible desnivel del terreno y que van a llevar al Cauca el tributo de sus humildes raudales.”
Apartes del libro El Alférez Real
Eustaquio Palacios
La Familia
«El presbítero Juan Sánchez Migolla, en 1629, compró la hacienda por 180 pesos; entonces ya tenía trapiche. Más tarde pasó a ser propiedad de Ruiz Calzado, hasta que cayó en manos del alférez real, Nicolás Caicedo Hinestrosa, que la cita en su testamento, dado en 1735. Esta noble mansión está vinculada al Alférez Real, que ha popularizado la novela vallecaucana de Eustaquio Palacios… La casa en su forma actual puede considerarse como del siglo XVIII. Falta la capilla, que debió de ser como las que hubo en otras haciendas….»
Santiago Sebastian:
Arquitectura Colonial en Popayán y Valle del Cauca
La Hacienda Cañasgordas fue propiedad de la familia Cayzedo durante más de doscientos años, la cual durante seis generaciones tuvo el cargo honorífico de Alférez Real, una figura culminante y de mayor influencia en la ciudad, en la época colonial. El alferazgo no era un simple título decorativo, como no era tampoco una distinción honorífica gratuita.
Antes que don Manuel de Cayzedo y Tenorio habían ostentado el título otros miembros de la familia: Juan de Cayzedo Salazar, Cristóbal de Cayzedo Rengifo, Nicolás de Cayzedo Hinestrosa y Juan de Cayzedo Jiménez. A la muerte de don Juan quedó vacante el título, el que por este motivo fue sacado a licitación. En la diligencia le fue otorgado por real cédula del rey Fernando VI, en el año 1748, a don Nicolás de Cayzedo Jiménez, hermano del Alférez inmediatamente anterior y padre de don Manuel de Cayzedo y Tenorio. El pregón para esa adjudicación no solamente se hizo en Cali, sino también en Popayán y en Quito.
El último de esta familia, Don Joaquín de Cayzedo y Cuero, suprimió voluntariamente el título de Alférez Real de Cali que él ostentaba y organiza a las Ciudades Confederadas del Valle del Cauca, compuesta por un grupo de líderes de la región. El 3 de julio de 1810, Don Joaquín Caycedo impulsa la firma del Acta del Cabildo de Santiago de Cali, en la Hacienda Cañasgordas. Así se convirtió, diecisiete días antes de las declaraciones del 20 de julio en Bogotá, en un precursor de la independencia.
Unos años más tarde, durante la guerra de la independencia, fue disparado por las fuerzas realistas en Pasto y hoy es considerado el héroe de la independencia más importante de Cali, cuya plaza principal hoy lleva su nombre. Los españoles despojaron a Cayzedo de todas sus pertenencias, y la Hacienda Cañasgordas pasó por varias manos, hasta que a fines del siglo XIX fue adquirida por el Sr. Eusebio Velasco Borrero, un hombre emprendedor que pertenecía a una de las familias más reconocidas de la región.
Sus descendientes, los Velasco, fueron propietarios y custodios responsables de la Hacienda Cañasgordas durante muchas décadas, hasta que a fines del siglo XX, el Sr. Roberto Reinales Velasco, en ese momento uno de los líderes de la familia extendida, tuvo la visión de importancia de la Hacienda como patrimonio histórico, no solo del Valle del Cauca, sino de la nación.
La casona de la Hacienda Cañasgordas fue declarada Bien de Interés Cultural de ámbito Nacional (BICN), mediante decreto número 191 del 31 de enero de 1980. En el 2004 se crea la Fundación Cañasgordas Eusebio Velasco Borrero cuyo objetivo será velar por la preservación del Bien de Interés CUltural, velar por la sostenibilidad de la Hacienda Cañasgordas y gestionar los recursos para tal fin.